lunes, agosto 31, 2015

La casa del vapor.

Ayer estuve en un Temazcal, al principio tenia mis dudas si ir a una cosa de ese estilo... me parecía muy hippie. Estar encerrado con otra gente en una olla de vapor, mientras ponen hierbas y cantan rituales de sanción. Pero el plan que tenia de ir a Cogua y el Neusa se había cancelado, ante la tentativa de quedarme un fin de semana sentado en mi casa haciendo nada, decidí alistarme y salir a esta cosa rara. 

Al llegar a este sitio y ver los personajes que teníamos al rededor, señoras de alta alcurnia llevadas por las medicinas tradicionales, un grupo de jovenes: dos creyentes de los espíritus, un harecrhisna y una vieja que iba a probar la cuestión. Por nuestro lado era Sergio (hippie creyente), lucia una amiga eslovaca de él que al igual que yo íbamos a mirar de que trataba. Ayudamos a armar el Temazcal y a cortar al leña, aunque la verdad es que hicimos más el intento que realmente cortarla, pero igual nos divertimos intentando ser leñadores y concentrarnos en golpear un punto nos focalizamos e hicimos hachaterapia. 

Nos cambiamos y esperamos a entrar, nos limpiaron con esencias de no tengo idea para preparados, hicimos una petición con tabaco y se arrojo a las piedras calientes, entramos por orden pidiendo permiso para entrar, cosa que hice con gusto me parece muy lindo pedir permiso, y nos preparamos. Eran cuatro puertas, es decir que debían ingresar cuatro tandas de rocas calientes o "abuelas" como ellos las llamaban haciendo alusión a su sabiduría. 

La primera puerta, se abrio entraron las abuelas, entre un blanco y un rojo, al recibimiento de cada uno la mayoría decía algo como ahoy o eso escuchaba yo, como saludando. cada puerta tenia un significado y las primeras siete piedras también y lo fueron explicando, y entendí que peticiones iban en cada puerta: A mi mismo, a las mujeres hacedoras de la vida, a la medicina y a la tierra.

Mis rezos fueron cortos, peticiones sencillas en cada uno de esos aspectos, y luego sentí la necesidad e agradecer estar ahí, volví a sentirme humano, impotente como tres elementos de la naturaleza (fuego, tierra y agua) estaban allí y me hacia claudicar nuevamente en mi orgullo vano de la razón. El sudor bañaba mi cuerpo y sentí esta capa húmeda que recorría todo, una que otra gota que se desplazaba desde la coronilla por todo el cuerpo, la oscuridad en la que estábamos me llevó a pensar en mi cuerpo, su posición, su comodidad e incomodidad, y lo conocí nuevamente de otra forma. 

Al salir, sentí la luz, el sudor en mi cuerpo, el viento frío en un día soleado, ver a mis compañeros, agradecer una ultima vez y con un abrazo despedirnos de todos y desearles un buen camino, todos a su manera tuvieron un momento intimo, una lucha consigo mismos para aguantar el calor, para buscarlo, sus peticiones ya las hablaran en vos alta o las dejaran para si mismos, allí todos fuimos cercanos y lejanos... fuimos humanos.

El resto de la historia es un accidente, un trancon y canciones en 3 horas de recorrido. Hoy la historia es que tengo la piel suavecita y sintiendo mi humanidad, buscando aun limites de mi cuerpo y de mi razón.  

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